En el marco del Día Internacional de la Mujer, es pertinente hablar acerca de un tema que, si bien lo tenemos naturalizado, pocas veces se analizan sus repercusiones: la autoestima en la mujer.
Comencemos explicando que la autoestima es la forma en que cada persona se valora a sí misma, un conjunto de percepciones que están basadas en la apariencia, las virtudes y habilidades.
Podríamos generalizar y decir que la autoestima es prácticamente involuntaria, casi nunca la controlamos y proviene de las experiencias de vida de cada individuo; sin embargo, no es un tema personal, la autoestima es una cuestión que, si bien toma influencia del mundo interior del individuo, tiene un contenido meramente social.
Es verdad que en muchas ocasiones las mujeres tenemos una valoración social inferior a la de los hombres, y por esa razón es más frecuente encontrar una baja autoestima en nosotras, especialmente en quienes se han desarrollado en ambientes con roles muy tradicionales, los cuales terminan afectando el crecimiento psicológico.
Algunos ejemplos que pueden llegar a condicionar nuestra autoestima son los siguientes:
Este tipo de enseñanzas, conscientes o inconscientes, influyen, sin lugar a dudas, en la visión que la mujer genera hacia sí misma, y puede llegar a repercutir negativamente en su inseguridad o, en otras palabras, en su autoestima.
Algunos de los síntomas con los que podemos identificar una baja autoestima son: sentimientos de inferioridad, impulsos autodestructivos, hipersensibilidad a la crítica, reacciones desmedidas, dura autocrítica, poca creencia en habilidades propias, bajo amor y confianza propia.
No eres ninguna media naranja perdida por ahí, no estás roto ni eres un pedazo de algo cuando no tienes a alguien a tu lado.
Y a todo esto, ¿qué podemos hacer al respecto? Empezar por analizar y poner en práctica una educación diferenciada, enfocada y especializada a cada género.
Asimismo, podemos estudiar las malas costumbres dentro y fuera del núcleo familiar, las cuales están ‘naturalizadas’ y son parte de nosotros, pero nuestro deber es desaprenderlas y poner en práctica nuevas formas de convivencia que nos permitan desarrollar una autoestima y salud mental, no solo para la mujer sino para todo el contexto social, ya que así como las mujeres pueden tener estas ‘desventajas’ en la formación de una estable y fuerte personalidad, el hombre también puede encontrarse a merced de una presión social que le orille a otras cuestiones insanas.
Evolucionemos como sociedad, evidenciemos las complejidades psicológicas y enfrentémonos al reto de cambiar el rumbo de la salud mental.
La salud emocional en el trabajo es un tema que va adquiriendo fuerza día con día. A nivel internacional, varios estudios han mostrado que problemas como la depresión y la ansiedad afectan negativamente la capacidad productiva de una organización.
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